martes, 24 de enero de 2017

El loco de las rosas (no es Einstein)

Leo estos días de nieve ausente (en Castilla) el tebeo Einstein, una biografía dibujada (2015), de Corinne Maier y Anne Simon, autoras que se iniciaron esta colección con la vida de Freud. Para los escasos conocimientos que tengo de física y las grandes ansias de comprender el universo que me vienen de vez en cuando, este cómic compensa en notable medida mi ignorancia. «Qué alegría la de correr tras cualquier cosa misteriosa, de la cual no percibimos más que un reflejo. / Y esa cosas se llama… / …belleza».
Y, sin pretenderlo, se ha cruzado en el camino el libro de cuentos El loco de las rosas, de Mohamed Chukri (1935-2003), que destroza los respetables cánones en los que nos movemos la gente educada [y ni quito ni pongo]. Reconozco que tiendo a valorar altamente a quienes desde una vida difícil encuentran en la literatura un cauce de expresión o casi un modo de vida. Es como si sus palabras tuvieran sangre por el simple hecho de esta autosuperación devenida en su existencia, algo sucedido al autor de El pan a secas. (Creo, por otra parte, que no solo yo procedo así; véase, por ejemplo, cómo se considera a Erri de Luca).
Chukri aprende árabe a los 20 años, cuando está en la cárcel, aprovechando las enseñanzas de otro preso. Después estudia español en Larache y retorna a Tánger, en donde lleva vida noctámbula ‒la mayoría, claro, somos gente madrugadora‒ y comienza a escribir, no se sabe si para concretar sus demonios voladores o para hablar de lo que le rodea. Porque sus relatos se pueblan de gente marginal, además sin atisbos de soluciones, de emancipación. Están ahí, juegan, tosen, recitan, matan o mueren. En un lenguaje breve, directo, en presente, que no se agota ahí, sino que intercala extensos párrafos en los que el autor se hace presente en medio de esa barahúnda de callejones o a lo largo de la arena caliente de la playa.

«La red», «Los niños no siempre están locos» o el texto que da nombre al libro tienen palabras que nos traen el dolor en una de sus expresiones desnudas; el destino de gran parte de la desproporción humana.

2 comentarios:

  1. Vaya mezclas que sueles hacer. Lo curioso es que se llevan bien una vez puestos ahí.

    Saludos.

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  2. Puede ser porque las identidades puras no existen.

    Saludos.

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