sábado, 26 de diciembre de 2015

Paraísos en el camino (de la kábala)

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Las palabras no describen el pesarque nos aterra, es como si quisieren descubrirlejos de nosotros nuestra desmesura…
No siempre, como es lógico, me llegan los libros. Me ha ocurrido ello con el libro de Agnès Desarthe, Cómo aprendí a leer. (En esto no me ha sucedido lo mismo que a nuestra conocida Ángeles González-Sinde, que le ha resultado delicioso, por lo que me siento algo contrariado, será que no estoy preparado lo suficiente). No obstante, siendo judía la escritora francesa, incorpora el paraíso talmúdico en su libro y menciona las puertas cabalísticas por las que podemos acceder a ello. Lo traigo aquí a cuento porque, curiosamente, hace dos semanas que tenía en el horizonte ese vergel y sus (posibles) frutos y le daba vueltas al asunto.
“Pardes” es el nombre con el que se designa el huerto, vergel o paraíso (para griegos y romanos) en el que se encuentran los frutos de la sabiduría y la vida. Si se le suprimen las vocales, queda el notarikon “prds”, el cual coincide en sus cuatro letras con cuatro maneras de entender las escrituras:
P: p’shat, o el modo literal
R: rémez, o el modo evocador, alusivo
D: drush, o el modo interpretativo (las teorías que podemos buscar por internet)
S: sod, o el significado secreto
Vamos, que he dado con el rostro de Como aprendí a leer, pero no con su ocultamiento. Por no compararme con uno de los tres primeros sabios que entran en el Huerto –el que ve y se queda ciego; el que ve y muere; el que ve y se hace apóstata‒, ya que no puedo asimilarme ni de lejos al que ve y comprende y sale ileso.
De todas las maneras, algo he aprendido:


[Los versos iniciales son de Luis Miguel Rabanal, de quien se ha reunido su poesía 2014-1977 en Este cuento se ha acabado (2015). El cuadro de Thomas Cole, El jardín del Edén].

domingo, 20 de diciembre de 2015

Herencias y Equilibrios (en los Documentos)

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La teoría, amigo mío, es gris, pero el árbol de la vida es verde (algo así dice el Fausto de Goethe)
La semana pasada una pareja amiga me invitó a comer a la casa del pueblo. Les ha tocado en herencia y la están arreglando un poco, más bien haciendo limpieza y pintando. En el desván han salido unas cajas con papeles y libros y, como saben que me atraen los documentos, antes de ofrecerlos al trapero me lo han comentado por si quiero quedarme con algo. Hay algunos ejemplares valiosos y les he sugerido que, en vez de llevármelos o venderlos al peso, que los depositen en alguna de las bibliotecas públicas.
Una de las cajas está con recortes de periódico y, en este archivo vertical, me ha llamado la atención un artículo titulado Orígenes del guerrerismo, del que extraigo algunos párrafos. Lástima que no anotaron el nombre del periódico. Solo se ve la fecha, 12 de mayo de 1915, y el número de página, la 3.
Dice así: «Todo en la vida es equilibrio. El Universo infinito es un equilibrio de masas y de fuerzas. La bondad es un equilibrio de amores. La belleza es un equilibrio de formas y matices. La verdad es un equilibrio de conocimientos. La justicia es un equilibrio de apreciaciones y de repartos. La libertad es un equilibrio de relaciones sociales. El bienestar es un equilibrio de autonomías individuales y de necesidades satisfechas. La salud es un equilibrio de consumos y de reposiciones y de producciones. Todo cuerpo es un equilibrio de átomos. Todo ser viviente es un equilibrio de células y de tegidos [sic] y de órganos. Toda evolución es un equilibrio de potencias y de funcionamientos. Toda revolución es una tendencia al equilibrio. El orden, no el mentiroso de hoy, sino el ciertísimo que ha de venir segura y fatalmente, será la sucesión de todos los equilibrios.
»El más completo ser humano, en su aspecto psicológico, está elaborado de modo integral sobre el equilibrio entre la razón y el sentimiento. Por lo general, el desequilibrio ha sido y es ocasionado por la preponderancia del sentimiento sobre la razón. […] Con especialidad, hay que poner interés decidido en concluir con esa oratoria aparatosa y efectista, que arrebata pero no persuade, que sugestiona pero no liberta, que hace exclamar al auditorio “muy bonito y muy elocuente”, en lugar de hacerle decir “tan convincente, como bello y como bueno”».
Me han rescatado para comer, a hora ya tardía. En los postres hemos divagado sobre los equilibrios y las sorpresas de las herencias. Los equilibrios relajan.

[La obra primera son equilibrios de Bill Dan con rocas; la segunda es de Luz Letts, peruano].

lunes, 14 de diciembre de 2015

Surrealismos en Dictaduras y Democracias

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Al azar, que también ama, como es lógico, la luz de la razón
Veía la otra tarde una exposición de Eugenio Granel (1912-2001), y se me ocurrió variar un poco la dedicatoria que hace Juan Zúñiga a Felicidad en Misterios de las noches y los días, resultando el pensamiento que encabeza la anotación de hoy, pues me estaba dando vueltas por la cabeza durante todo el día. Granel es hoy uno de los surrealistas más reconocidos en España, con fundación incluida en Santiago de Compostela, no en vano, desde que conoce a Breton, asume esta corriente bajo «una perspectiva ética, como un modo de analizar la realidad, mostrarla y, sobre todo, vivirla». Se conocen en Santo Domingo en 1941, época dominada por Leónidas Trujillo, cuya sangrienta dictadura se prolonga desde 1930 hasta 1961 en que es acribillado (si bien la nación vive todavía cuarenta años más bajo la férula de sus lugartenientes, especialmente Balaguer). Allí, en el país antillano comienza a exponer sus primeros cuadros, permaneciendo en la isla hasta 1946 en que se asienta en Guatemala.
Granel sale de España en 1939 con el masivo exilio que provoca la victoria franquista y da con sus huesos en tierra dominada por la impunidad, pues Trujillo desea lavar la cara y, al tiempo, asentar unas comunas agrarias en la frontera haitiana (en la que masacra a 17.000 vecinos a machete) para lo que fleta barcos desde Francia y regala tierras (confiscadas) a los exiliados españoles. Allí coincide con Vela Zanetti, autor de múltiples frescos en los monumentos de la nación. Unas contradicciones en toda regla, las cuales se multiplican al haber miles de dominicanos que escapan a Estados Unidos para salvar el pellejo o para buscar oportunidades de mejora de vida.

Junot Díaz en La maravillosa vida breve de Óscar Wao describe el mundo del horror del trujillato en Santo Domingo y la vida de la gente que se asienta en los barrios USA. Además de dar con una estructura y forma narrativas fuera de lo común, donde hablan con propiedad la gente sin voz, pone sobre el tapete la violencia de las dictaduras, el machismo que cobijan y la xenofobia de las democracias.

martes, 8 de diciembre de 2015

Ajedrez, una de las bellas artes

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¿Saben? El arte es algo artificial, como la religión y la filosofía […] un timo. El ajedrez, en cambio, es la batalla. Se le tiene por deporte. Un brutal deporte […] Si es algo, es lucha.
Así decía Duchamp a sus amigos Octavio Paz, Truman Capote o Man Ray para provocarles cuando hablaban de ajedrez. Ray, por su parte, opinaba que «el ajedrez es un juego en que se desarrolla una inmensa actividad, pero que no deja huella alguna». Y Capote tampoco veía la profundidad que el primero le atribuye. Pero son artistas opinando sobre ajedrez. Nada más. Lo de Duchamp es distinto porque dejó aparcado el arte durante unos años para dedicarse al estudio y al juego de los escaques.
Otra mucha gente creativa ha hecho algo parecido. En las Confesiones de Rousseau puede leerse: «He vivido de mis pasiones, y mis pasiones me han matado; pequeñeces, las cosas más pueriles del mundo, pero que me afectaban como si se hubiese tratado de la posesión de Elena o del trono del universo». Una de ellas era las conquistas femeninas ‒«cuando hube poseído una, mis sentidos estuvieron tranquilos, pero mi corazón jamás»‒. Otra, la música ‒«menos fogosa, pero no me dañaba menos por el ardor con que a ella me dedicaba, por el tenaz estudio de las obras de Rameau, por mi obstinación de recargar mi memoria».
Y le llegó el turno al ajedrez cuando, en 1736, el ginebrino Bagueret le enseñó a jugar. «Eso fue bastante para que este juego absorbiese todo mi espíritu. Me proporcioné un tablero y compré el Calabrois ‒conocido manual de la época‒; me encerré en mi cuarto, en donde pasaba días y noches empeñado en aprender de memoria todas las partidas». Para salir al cabo de tres meses, «delgado, amarillo y atontado», y dirigirse al café donde se reunían jugadores de ajedrez.

Chaplin, Lauren Bacall, Bogart o Kubrick son personajes que aparecen en el libro de Hugo Vargas (al que nos referimos en la anterior anotación): Fianchetto. El ajedrez como una de las bellas artes (2015), aludiendo el título a un estilo de juego del alfil.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Música Dadá sonando Espacios Tangentes

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Paseo por las calles y tropiezo con una multitud cargada de bolsas saliendo de los comercios. Es Viernes Negro me dicen. ¿A dónde ir? A la naturaleza, al arte, a la literatura, a la música, claro. Pero, ¿cabe esta locura de consumo ‒«necesaria para el repunte de la economía», dicen‒ en Beethoven o Pisarro o Wolf o en el escarpado barranco? Es más, ¿se puede escapar de ello solo escuchando, leyendo o contemplando? (Y, además, está la migración imparable, sangrante. ¿De dónde sacar valor para el manifiesto y la manifestación?).
¡Ah!
Casualidades. Estaba en Fiachetto (2015), de Hugo Vargas, en donde Duchamp y Cage entablan partidas de ajedrez, y donde asoma LlorençBarber. Y me topo con el Taller de Música Dadá organizado en Espacio Tangente(Burgos) dentro del Festival de Audio Tangente, local que se convierte durante el fin de semana en territorio sonoro de vanguardias, propuestas valientes en esta tierra de secos ancestros. Música es espacio a recorrer por cada quién, afirma Llorenç, precisamente quien imparte este taller, una de esas personas sabias que van esparciendo sus caminos vitales (campanero y escritor, entre otros, del delicioso John Cage [1985]).
Renacer. Batallar con la frágil voluntad que nos lleva a tomar el sol como lagartos. (Abandonar patria, útero y camino [burlar los fusiles y escribir, con el dedo, en el aire ¡¡Vivan los compañeros!!]). Derrumbar el satén, abriendo el oscuro pozo, por si el agua fluye en las simas del fondo. Acercar el oído por si se escuchan murmullos. Lanzar el cubo al brocal. Después, colocar el velo para que no se evapore.
Eso es. Hacer música, sonidos, ruidos, silencios… que van a los oídos, a los ojos, a los espacios habitados de los cuerpos de quienes oyen y ven. Tal vez, a quienes consumen. Tal vez, a quienes emigran.

Plenilunio. Y ahí, en el escenario ‒cuidado descuido‒, a través de cinco historias simultáneas, se abren las calles interrogadoras.