viernes, 5 de septiembre de 2014

Depresión con Tristam Shandy

Desde que la conozco, le vienen épocas de depresión. Más bien diría que la tiene dentro, tranquilamente asentada en un rincón y, de cuando en cuando, le surge ‒la depresión‒. La verdad que no es destructora. Es un estado en el que no desea que exista lo que le rodea, pero no lo odia ni lo menosprecia. Me dice que le resulta, incluso, placentero el alejarse de todo bicho viviente, el olvidarse de resolver asuntos. Se encierra; si es de día, baja la persiana hasta dejar solo visibles las rendijas entre las lamas, corre las cortinas, enciende la lámpara de luz opaca y… se pone a leer.
Inútil que llamen al timbre o que suene el teléfono. No atiende a ello. (Creo que soy la única persona que accede a ella cuando está así, una vez al año más o menos). Se deja caer sobre el amplio olmadón con el libro entre las manos y lo lee sin prisa, dejando que el tiempo corra a su gusto, hasta que los párpados se le van cayendo (en el descuido del infinito) y las manos se le posan en los muslos, resbalando al tiempo la lectura hacia un lado. Entonces duerme sin prisa, dejando que el tiempo corra a su gusto, hasta que los párpados se elevan (en la certeza de lo intemporal) y las manos recogen la lectura llevándola a los ojos.
Cuando se encuentra así, siempre lee lo mismo: Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy. Asegura que solo el descreimiento de un clérigo ‒y llega a decir que su ateísmo‒ es capaz de describir el tiempo de engendramiento de uno mismo y la no existencia posterior durante nueve volúmenes a lo largo de ocho años (1759–1767).

Lo curioso de asunto es que me ha pegado su manía y yo, de vez en cuando, retomo la lectura de la obra de Laurence Sterne (1713-1768), que es lo que he estado haciendo este verano en los escasos momentos que deja la vida en el pueblo para estos menesteres de la letra muerta.

4 comentarios:

  1. Creo que hay momentos en que apetece abandonarlo todo y mirar hacia uno mismo, reconocerse y buscar nuevamente consenso con todos nuestros inquilinos, si nos ayuda una lectura mucho mejor.

    Me alegra saludarte
    Marinela

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    1. Es cierto lo que dices. Abandonar lo que nos oprime de ven en cuando. Y leer...

      El gusto del saludo es mutuo.

      Ignacio

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  2. Un frenesí de vértigo se abre, a lo que parece. Qué bien, que una lectura pueda ayudar a encontrar consuelo en esa caída.

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    1. Ya, ebge, no deja de ser una bendición de las letras el consuelo que proviene de una circunstancia semejante.

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