viernes, 18 de julio de 2014

¡Mesita, ponte!

Connolly escribe que literatura es aquello que se lee dos veces, por lo que me siento bastante excluido del escogido mundo de las letras, ya que el tiempo o las exigencias del cotidiano devenir no me permiten repetir lecturas en la mayoría de los libros que caen a mi alcance.
Digo casi todos, porque en estos días he releído ¡Ponte, mesita!, de Anne Serre, traducido (por Javier Albiñana) a principios de año. Recordaba aquellos personajes salidos de Simsala, el país de los hermanos Grimm, transportados sobre el libro que obedece a fórmulas, los cuales hace tiempo ya que han perdido atractivo para mí, en el que aparecían la mesa, el asno y la estaca.
Pero… cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con una heredera de Sade, que domina el arte de narrar atractivo, que reinterpreta esa mesita (no sé si algo forzadamente), la pervierte y la convierte en el lago donde podemos mirar nuestra íntima existencia. Difícil, bastante difícil me parece resolver la primera parte de su relato, y lo hace dejándonos un personaje adolescente con el ansia ya saciada, que tiene que abrir espacios donde habitar.

¿Cómo es la edad madura de alguien que se sabe todos los cuentos? León Felipe mostró su versión. Los demás lo intentamos. Este es un libro que hace pensar.

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