lunes, 24 de junio de 2013

Arcángeles [Descatalogados]

Tal vez nada me es más afín que la naturalidad de la vida; que el sentido natural del deslizarse de las cosas; siempre obedecí –si no siempre contento– las indicaciones de la necesidad; es la única obediencia que no degrada.
El texto de es Juan Gil-Albert (1904-1994), poeta y escritor levantino, multifacético y fuera de todo encuadramiento generacional, lo que no le priva de su excelente calidad literaria en su abundante obra. Admirador de Gabriel Miró, aquel escritor del que Pedro Salinas decía que sus paisajes parecen una experiencia personal, algo que le hubiera pasado a una persona, «como una aventura o un amor». También lo admiraba Carmen Conde (de la que aquí hemos traído su Arcángel). Pero volvamos al texto. Pertenece al libro Los arcángeles. Parábola, publicado en 1981 en editorial Laia, aquella editorial animada por exiliados retornados. Y lo concibió Gil-Albert como homenaje a André Gide.

Es un libro de esos con el que topas como con las tabernas situadas fuera de las rutas habituales de las ciudades. Si tienes curiosidad suficiente. Además, es de los no disponibles en las librerías. Apenas se hace mención de él en los estudios sobre el autor, si exceptuamos los que hacen referencia a la puesta en escena del amor homosexual al que, con frecuencia, presenta Gil-Albert en sus libros (Razonamiento inagotable; Valentín; Heraclés). Tal vez por ello, tiene una sensualidad (mironiana) que queda lejos del alcance de muchas plumas.
Por si fuera poco, hace pensar: «es la única obediencia que no degrada». Entonces, ¿qué es de nuestra obediente vida?

6 comentarios:

  1. ¿Qué decirte de "Los Arcángeles? Libro único que está en mi estantería desde el 82 por un inesperado y afortunado encuentro con él en la Feria del Libro, y que gracias a tu entrada estoy volviendo a releer. Elemental portada que me produce un estremecimiento e interior subrayado y con hojas desgajadas que hice mío hace tanto tiempo... De modo que al volverlo a leer además de Gil-Albert aparece la que era. Es lo que tienen los libros, guardan nuestro mejor yo.

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    1. ¡Qué suerte la tuya, Paloma, de haber tenido aquel encuentro y de conservar el libro!

      Disfrútalo y disfrútate.

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  2. No conocía al escritor, aunque sí he leído de Gabriel Miró y si dices que recibió su influencia... seguro que Juan Gil-Albert me gustaría también. Sobre la última reflexión, no creo que toda la obediencia degrade a la persona. Siempre y cuando seas fiel a tus principios y sueños, es completamente natural seguir unas reglas que, a su vez, te permiten mantener tus sueños y principios en el aire. Como siempre, todo depende del punto de vista...

    Un abrazo y gracias por la reflexión ^^

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    1. Gracias por tus palabras, Irial. Cuando la escritura alguien nos gusta, creemos que a los demás también les gustará, así que me atrevo a decirte que pruebes con Gil-Albert.

      Lo de la obediencia, la verdad que necesita su reflexión y contraste; algo de lo que cada día practicamos con menor profundidad.

      Un abrazo para ti.

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  3. "... la necesidad; es la única obediencia que no degrada"
    De vez en cuando hay que comer. Y claro, por aquí se cuela la patita de lobo. Es complicado decidir qué servidumbre degrada o no. Ahora bien, que los demás ya juzgarán, ya.

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    1. Ya lo creo que se juzga, ebge. No obstante, creo que Gil-Albert se refiere a cuando bajamos la cerviz e inculcamos nuestros principios (como apunta Irial).

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