domingo, 6 de mayo de 2012

¡Pero si nunca he hecho un favor a nadie!

Esto dicen que comentó Giovanni Pietro Carafa (1476-1559) cuando fue elegido Papa el 15 de mayo de 1555 -ya septuagenario- en una de esas rocambolescas carambolas que suceden en los cónclaves de la curia vaticana. Y a fe que así debía de ser. Pero el destino premia, con demasiada frecuencia, la insolencia. Su tío, cardenal, lo había elevado a obispo de Chieti en 1494. De aquella ciudad napolitana proviene el nombre de teatinos, clérigos no conventuales del Oratorio del Amor Divino, dedicados a la caridad, de cuya orden fue cofundador Giovanni Pietro. Cuando fueron llegando a Roma las oleadas reformistas luteranas (desde la década de 1520), Carafa mostró su desacuerdo, abogando porque fueran perseguidos quienes flirtearan con ellas. Así, siendo cardenal (1542), contribuyó al recrudecimiento de la Inquisición y apoquinó de su propio bolsillo las cadenas y grilletes que la situación requería.

Pero, sin duda, a quienes esto escribimos –amantes de las bibliotecas– nos interesa resaltar que el mentado Carafa, ya con el solio pontificio bajo el nombre de Pablo IV, fue reuniendo un elenco de autores e impresores que (en su opinión) no podían ser leídos por quienes pertenecieran al catolicismo, lo cual dio en convertirse, en 1957, en el Index auctorum et librorum, qui tanquam heretici… (que, dos años después, el Santo Oficio amplió). Y no se contentó con los herejes, sino que extendió el anatema a homosexuales, jugadores, meretrices y simoníacos; además de a judíos y conversos, decenas de los cuales terminaron en la hoguera, siendo otros confinados en un barrio allende el Tíber -bula Cum nimis absurdum-. El cercenamiento intelectual que supuso, contribuyó a que la industria tipográfica variase su centro de Roma a Amsterdam y Ginebra. Ya vemos la delgada línea que existe entre una fuente de información y una prueba acusatoria (tratándose de libros).

. Declaró, además, una guerra ruinosa a España (como napolitano), llevando las hambrunas a Roma. No es de extrañar que, a su muerte, estallara una explosión de júbilo en Roma, que se derribara su monumental estatua y se jugara a rodar con su cabeza (y que ya no pidieran en las tabernas una carafa de vino, sino una brocca). De los restos marmóreos se construyó su morada funeraria.

9 comentarios:

  1. A mí tampoco me extraña que se jugara con su cabeza una vez muerto, menudo tipejo.

    Saludos Lavela.

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  2. Vaya! de lo más despreciable y abobinable salen a veces cosas buenas, eso me pone alegre, aunque seamos todos un desastre (el que se crea la pera limonera que se lo haga mirar)podemos dar algún fruto bueno.
    Conclusión: nada es tan tan malo ni tan tan bueno.
    Ej: toxina botulímica (veneno puro) que le preguntes a Fernández de la Vega que piensa al respecto...

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  3. Ya, Elena, el hombre se lo ganó a pulso. Y no parece que le inmportara.

    Saludos a ti.

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  4. ¡Vaya discurso, Amalia! Hoy estás inspirada. Apelando, nada menos, que a Fernández de la Vega (integrante del Consejo de Estado: la aristocracia de la burguesía política).

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  5. Ya vessssss!!! prolongando la "ese" como procede XDDDD

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  6. "Yo nunca he hecho un favor a nadie"
    Para reflexionar no cabe duda.
    Espero no tenerlo que decir...

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  7. Bueno, Ayla, no estaría mal. En ese caso, te elegirían Papisa.

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  8. Un ferreo encargado, este papa, de velar por la reacción de la iglesia a la reforma. Es hijo de su tiempo, y de su estamento.

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