miércoles, 18 de enero de 2012

Hadas animantes

¡Sorprendentes los textos de Bogdanovitch! Diario, cartas, informes… remiten a la paulatina configuración de un estado mental en el que se confunden realidad y ficción. Apenas dos meses antes de que estallara la primera guerra mundial, Aleksandr Bogdanovitch (1876-1915) llega al bosque de Broceliande, en la Bretaña francesa, en la segunda mitad de mayo. Iba comisionado por Rasputín, en calidad de científico del Gabinete de Ciencias Ocultas, para montar allí un campamento donde investigar la elaboración de un elixir de la inmortalidad.

Aleksandr había contraído matrimonio en 1900 con la bailarina Irina Gruchetski y, en 1904, habían tenido a Elena. El lugar contaba con numerosas leyendas que le atribuían la existencia de duendes y criaturas portentosas. Se instaló en el recóndito pueblo de Paimport, contactando de inmediato con Léopoldine, arisca y enigmática curandera del lugar, conocedora de parajes y plantas. No sin hacerse rogar, fue dándole indicaciones al distinguido forastero, que cada día iba adentrándose más en la espesura al encuentro con gencianas, cicutas, asfódelos, pilularias, eriophorias…, analizando flores, hojas, rizomas…

Escribe el 5 de julio de 1914: Me tiemblan las manos ¡He hecho un descubrimiento increíble! […] Al estudiar hoy una plantación de aruma, he visto una criatura del tamaño de una cabeza de alfiler escondida al fondo de la flor tubular […] ¿Tal vez la legendaria eficacia de la flora de Broceliande se debe a estos pequeños seres? Y el 25 de mayo de 1915, con una asfódela: Los seres que habitan en ella son tan asustadizos que he tenido que hacerlos salir con humo […] Me ha conmovido la mirada que han puesto cuando me he acercado a ellos. Y continúa, con el eléboro: Estoy seguro de que esos seres no son solo animales; tienen capacidad de reflexión.

Aleksandr, con estas presencias, dejó de escribirle a Irina; se fue aficionando al chouchen (licor local); descuidó su aspecto. El 5 de septiembre de 1915 desapareció su cuerpo, quedando su ajada ropa junto al lago de las hadas. Las numerosas batidas realizadas en la zona no consiguieron dar con él. Es más, en una de ellas, un año después, desaparecieron Irina y Elena.

[Sobre ello se ha publicado el precioso libro-álbum El herbario de las hadas (Edelvives, 2011) por Sébastien Perez y Benjamin Lacombe, con ilustraciones de este último, que aquí mostramos].

5 comentarios:

  1. Fascinante el mundo de las hadas y me recuerda al genial A. C. Doyle con los duendes-hadas de Yorkshire, que fotografiaron las niñas Elsie y Francisca nada menos que en un huerto¡¡¡ a mi no me importaría que fuera cierto pero en fin habrá que hacer una regresión a la infancia de vez en cuando.

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  2. Bogdanovitch emprende un viaje contrario al de la civilización. Por eso su fin fue nuestro principio: la desaparición, la nada.

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  3. Ya, Esther, ¿cómo son las hadas? ¿diminutas? ¡A ver si me veo con alguna y no caigo en la cuenta!

    Saludos.

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  4. Un principio de oxímoron, ebge.

    No hay que desesperar: nos dejó el hada del clavel-rosa.

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  5. Allí estuve,en ese bosque, hace unos años durante el verano. No conocía esta historia, aunque ese bosque y ese lago están llenos de historias mágicas. Recuerdo muy bien aquel paisaje. Es difícil olvidarlo...
    Sí conozco el herbario y a Lacombe y me encantan los dos.
    Un abrazo Lavela

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